Centenares de personas -jóvenes y no tan jóvenes- estuvimos a la máxima disposición de aquellos que más nos necesitan: enfermos, drogadictos, ancianos....aquellos que aún hoy siguen siendo víctimas de marginación y rechazo en nuestra sociedad.
Juntos, como una gran familia, hemos compartido momentos inolvidables en los que las palabras seguramente se
quedan cortas para explicar lo sentido. Juntos hemos cantado, bailado, reído...y lo mejor y más maravilloso de todo: hemos rezado, hablado, escuchado, recibido al mismo Dios. Sí, al Dios que tú rezas; a nuestro Dios que cada día nos acompaña y tanto nos quiere.Muchos momentos, y de manera especial aquellos que uno menos se esperaba, se iban tornando oración. No cabe duda de que Dios está presente en cada momento de nuestra vida, constantemente nos habla y pacientemente espera a que le escuchemos y le dejemos entrar. A través de estos cuatro “aspectos” que forman “El camino de Bernardette” -discernir la vocación; la vida de la Iglesia; la Eucaristía y el servicio- y que el Santuario nos ofrecía para rezar y reflexionar, hemos podido acercarnos y admirarnos un poco más, teniendo siempre a María como mediación, de lo maravilloso que es Nuestro Señor.
MUCHAS GRACIAS!!